ENTRE LAS GRIETAS DEL CEMENTO
El asfalto sigue y sigue avanzando,
como una marea, como una rara coraza,
que, en nombre de la civilización,
derriba montes, tira y mata árboles,
al ritmo atronador, ebrio de aserrín que vomitan las motosierras,
al ritmo de esas bestias dóciles, estúpidas, peligrosas.
Lo humano parece esmerarse en aplanar, en nivelar,
hacia abajo, siempre hacia abajo.
El asfalto sigue y sigue avanzando.
Detrás de esa marea desquiciada, implacable
que llamamos civilización. Con ella y en ella,
es también la enfermedad lo que avanza,
esa codicia ciega por perpetuarse, por lograr algún poder.
Ilusiones. Fantasmas velados de lo imposible.
Eso es la enfermedad, ese miasma purulento,
eso que todo lo mancha, que todo lo degrada.
La enfermedad, eso que sólo un curandero
o el fuego podrán venir a remediar.
Uno u otro lo hará. Mejor que sea el curandero.
Mejor que lo humano rescate a lo humano de su extravío cósmico.
Es verdad, el asfalto sigue avanzando pero,
en las grietas del cemento regresan, crecen las plantas.
Regresan en su silenciosa obstinación. En ellas la vida insiste.
¿Podrán ser capaces de guiarnos,
de salvarnos de la purificación por el fuego?
¿Podrán encender en el fondo cenagoso de lo humano
aquellas otras hogueras?
Aquellas de las pasiones nobles,
de las aspiraciones más altas,
aquellas que buscan la vida para la vida.
Las que danzan y cantan en sus amarillos, rojos y verdes.
Ellas un puro presente en cada vuelta de espiral del espacio tiempo,
esa energía que gira y asciende dando forma a todo,
creando, siendo cada nuevo amanecer.
Enrique Tosto 13.- 10.- 2006.
El asfalto sigue y sigue avanzando,
como una marea, como una rara coraza,
que, en nombre de la civilización,
derriba montes, tira y mata árboles,
al ritmo atronador, ebrio de aserrín que vomitan las motosierras,
al ritmo de esas bestias dóciles, estúpidas, peligrosas.
Lo humano parece esmerarse en aplanar, en nivelar,
hacia abajo, siempre hacia abajo.
El asfalto sigue y sigue avanzando.
Detrás de esa marea desquiciada, implacable
que llamamos civilización. Con ella y en ella,
es también la enfermedad lo que avanza,
esa codicia ciega por perpetuarse, por lograr algún poder.
Ilusiones. Fantasmas velados de lo imposible.
Eso es la enfermedad, ese miasma purulento,
eso que todo lo mancha, que todo lo degrada.
La enfermedad, eso que sólo un curandero
o el fuego podrán venir a remediar.
Uno u otro lo hará. Mejor que sea el curandero.
Mejor que lo humano rescate a lo humano de su extravío cósmico.
Es verdad, el asfalto sigue avanzando pero,
en las grietas del cemento regresan, crecen las plantas.
Regresan en su silenciosa obstinación. En ellas la vida insiste.
¿Podrán ser capaces de guiarnos,
de salvarnos de la purificación por el fuego?
¿Podrán encender en el fondo cenagoso de lo humano
aquellas otras hogueras?
Aquellas de las pasiones nobles,
de las aspiraciones más altas,
aquellas que buscan la vida para la vida.
Las que danzan y cantan en sus amarillos, rojos y verdes.
Ellas un puro presente en cada vuelta de espiral del espacio tiempo,
esa energía que gira y asciende dando forma a todo,
creando, siendo cada nuevo amanecer.
Enrique Tosto 13.- 10.- 2006.
Revisado en la casa del río Toro 2 – 02 – 08.
He decidido no bajar la versión original de este poema,
principalmente por los comentarios que hay allí,
pero también por lo que considero una muestra
pero también por lo que considero una muestra
de una superación en la expresión conceptual del mensaje,
lo cual cumple con un objetivo didáctico.
En cuanto a lo poético lo dirán ustedes.
En cuanto a lo poético lo dirán ustedes.
Gracias