Saturday, February 09, 2008

Entre las Grietas del Cemento




ENTRE LAS GRIETAS DEL CEMENTO



El asfalto sigue y sigue avanzando,
como una marea, como una rara coraza,
que, en nombre de la civilización,
derriba montes, tira y mata árboles,
al ritmo atronador, ebrio de aserrín que vomitan las motosierras,
al ritmo de esas bestias dóciles, estúpidas, peligrosas.
Lo humano parece esmerarse en aplanar, en nivelar,
hacia abajo, siempre hacia abajo.

El asfalto sigue y sigue avanzando.
Detrás de esa marea desquiciada, implacable
que llamamos civilización. Con ella y en ella,
es también la enfermedad lo que avanza,
esa codicia ciega por perpetuarse, por lograr algún poder.
Ilusiones. Fantasmas velados de lo imposible.
Eso es la enfermedad, ese miasma purulento,
eso que todo lo mancha, que todo lo degrada.
La enfermedad, eso que sólo un curandero
o el fuego podrán venir a remediar.
Uno u otro lo hará. Mejor que sea el curandero.
Mejor que lo humano rescate a lo humano de su extravío cósmico.
Es verdad, el asfalto sigue avanzando pero,
en las grietas del cemento regresan, crecen las plantas.
Regresan en su silenciosa obstinación. En ellas la vida insiste.
¿Podrán ser capaces de guiarnos,
de salvarnos de la purificación por el fuego?
¿Podrán encender en el fondo cenagoso de lo humano
aquellas otras hogueras?
Aquellas de las pasiones nobles,
de las aspiraciones más altas,
aquellas que buscan la vida para la vida.
Las que danzan y cantan en sus amarillos, rojos y verdes.
Ellas un puro presente en cada vuelta de espiral del espacio tiempo,
esa energía que gira y asciende dando forma a todo,
creando, siendo cada nuevo amanecer.


Enrique Tosto 13.- 10.- 2006.

Revisado en la casa del río Toro 2 – 02 – 08.

He decidido no bajar la versión original de este poema,
principalmente por los comentarios que hay allí,
pero también por lo que considero una muestra
de una superación en la expresión conceptual del mensaje,
lo cual cumple con un objetivo didáctico.
En cuanto a lo poético lo dirán ustedes.

Gracias

Wednesday, February 06, 2008

De la Visión




DE LA VISIÓN


Hay una visión que me ronda,
se acerca y se aleja,
a veces me acecha,
otras, sigue los pasos rituales, exactos,
de un cortejo amoroso.
Por momentos me permite sentir,
palpar, su dinámica de volcán en erupción,
entrar en ella, recorrerla, temiendo que algo desconocido,
algo cruel y tremendo se apodere de mi.
No es eso lo que sucede.
Para mi regocijo descubro que
una alegría liviana y calma brota de mis profundidades.
Esos son tiempos de plenitud,
tiempos en los que un sentimiento circular
de ser parte de la totalidad, lo abarca todo.
Esos son los tiempos de la comprensión serena
en los que la existencia fluye mansa,
en los que no se puede, no importa, delimitar un adentro de un afuera,
lo alto de lo bajo, el sentimiento de la razón.
Tiempos de saciedad y descanso,
en los que el trabajo transcurre en el centro de la quietud,
mientras nuestra mirada penetra lo atemporal,
accede a distancias imposibles
ubicadas más allá del bien y del mal,
y más acá también.
Un acá, incrustado en la piel curtida que rodea esa figura
que vemos en el espejo cada mañana.
Esa figura que a veces reconocemos
y otras nos sobresalta, nos inquieta
transformada en un desconocido que nos mira,
que nos devuelve un aire enrarecido de lejanías,
de presencias y de ausencias innombrables.
Esa mirada que no es nuestra ni de nadie,
que marca un estado del ser, un cierto lugar.
Mirada que no empuja. No lo hace porque no tiene planes.
No espera nada. Se ha curado de eso.
Ha dejado que caiga de ella todo asombro, toda expectativa
toda sombra que la aleje de la visión.
El que mira así, simplemente esta allí,
siendo una presencia entre otras,
una forma de vibración, un tono,
uno más entre la totalidad de los sonidos posibles.
Ella es fruto del tiempo de la plenitud.

Cuando nos apartamos de ese estado,
cuando las exigencias de lo cotidiano nos atrapa
y tenemos que encarnar en ese que indica la cedula de identidad,
lo hacemos como quien se amputa el cuerpo de la mujer amada.
Entonces, acechados por desazones e incertidumbres,
quedamos a merced de las infinitas caras de las apariencias,
esos fantasmas huecos que empujan hacia el sendero de los amores frustrados.
Esos parásitos chupadores, que se alimentan
de cuerpos hundidos en el sinsentido,
cuerpos lanzados a una búsqueda sin destino.
Fantasmas que gritan que hay visión y que hay visionario,
sin saber, sin poder llagar a sospechar ni a comprender,
que en el tiempo de la visión, todo es una y la misma cosa.

¿Quien será capaz de ayudar a lo humano a salir de semejante laberinto?
Necesitamos decir una primera cosa,
todo lo que se haga para escapar de ese estado,
de esa forma de ser y estar partido,
de ese dolor de amante contrariado.
Todo lo que tienda a oponerse,
a luchar contra esas formas degradadas de la existencia,
que aparta de cumbres y abismos,
de toda conmoción.
Esa forma suicida de evitar las intensidades,
será tiempo definitivamente muerto. Perdido.
El camino es muy otro.
Esta allí, al alcance de la mano,
se trata de la entrega,
ella nos guiará hacia la comprensión profunda,
hacia la certeza de que el presente lo es todo. ¡Todo!
Entonces el desgarro y el dolor quedarán atrás,
lo humano se habrá curado de su última equivocación,
la sensación tremenda, ese desgarro de sentirse separado.
Recién entonces, verdaderamente, toda otra vida será posible.


Enrique Tosto 4.- 11.- 2006.
revisado 1 - 02 - 08.